10/10/07

El primer bosque

N
o recuerdo bien como llegué ahí, lo cierto es que la frescura de los altos pinos me llenaba de el corazón de una sensación inmensamente acogedora. Podía sentarme en la falda de cualquier árbol, hundirme entre sus raíces cubiertas de ásperas hojas, tocar la tierra en toda su humedad, íncluso podía fingir que no estaba allí. Si deseaba que sol saliera, el sol salía y si deseaba ver la luna, pronto aparecía en el cielo nocturno y estrellado. Había infinitas posibilidades y me mente se quedaba quieta, tratando de abarcarlas todas en la medida que fuesen posible.

El leve sonido de los animales parecía rondar a mi alrededor, como si estuvieran a mi lado y no pudiera verlos o tocarlos. Si miraba hacia el cielo, no veía ni siquiera un ave o su nido, sólo encontraba agujeros celestes entre las ramos de los árboles. Me sentía sola entre una inmensidad que no tenía con quien compartir, ni siquiera los animales querían acercarse a mí.

Desilusionada, me senté sobre una piedra y esperé, tenía la esperanza aún viva de que cualquier ser se aproximara. Creo que aunque el tiempo no corría, estuve ahí por horas, sin moverme, sin fatigarme, simplemente esperando. Quizás pasaron incluso varios días para que me diera por vencida, aceptando esa realidad solitaria que sin pedirla, se me había otorgado.

Así fue mi primer bosque, un tanto opacado, posiblemente por mi estado anímico de ese día o por el impacto de la gran noticia.

En mi mente lancé un suspiro que nadie pudo percibir y pensé - El próximo será mejor.

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